martes, 8 de diciembre de 2020

RESEÑA DE "EL BESO DE DOSTOIEVSKI"

 


En este puente de viajes y lecturas he terminado la novela “El beso de Dostoievski”, de Rocío Rubio Garrido, escritora justamente premiada. Me parece una obra marcadamente humana no solo por sus ejes temáticos —el desempleo y los amores difíciles—, sino por lo que la protagonista, Nadia, oculta tras una exhibida desesperación. Las constantes penalidades que rodean a la joven y ante las que se rebela con críticas al uso —al modo llano y cotidiano—, no hacen sino acentuar una potencia de espíritu que ni ella misma parece advertir. Es como si a fuerza de señalar ella lo que en su vida no funciona, otra función más impetuosa, la de sus deseos en el fondo inmaculados, se asomara a la narración como resistencia romántica o como mitificación velada del éxito laboral y del amor. El deseo no es aquí, por tanto, una mera respuesta a las necesidades, sino una constante que configura el yo de la protagonista. Nadia en este sentido no sería Nadie, como parece explicitar la novela mediante las percepciones que ella tiene de sus turbios aconteceres, sino que sería justo lo contrario, un culmen de oposición y rebeldía interna ante las vicisitudes sociales. Los castigos del desempleo y la aridez de los amantes serían tan solo azotes en su ideal de éxito laboral y de plenitud amorosa. Allá lejos se dibujarían ambas aspiraciones como liberadoras, con tonos poéticos intercalados en la narración, como en este fragmento: “Amo Sevilla cuando el sol de las 8 de la tarde me acaricia la cara, sentada al borde del río, con la brisa levantando mi blusa. Y la odio cuando no responde a mi llanto, y me abandona en medio de la noche, insensible a mi tristeza”. Es una protagonista deliberadamente dicotómica y humanamente contradictoria: odia y ama una misma cosa, quiere y desprecia unos mismos hombres, pero sin despojarse de la belleza con la que ignora sus virtudes. De nuevo estoy diciendo que ofrece más al lector por lo inadvertido por ella que por las derrotas que proclama.

El estilo, parecido a un ágil diario en primera persona, nos conduce por otras galerías internas de Nadia no menos interesantes que las expuestas y que conviene leerlas más que señalarlas, como también lo son los provocativos diálogos que mantiene con uno de los chicos que la galantean. En este sentido hay una chispa amorosa y sexual siempre viva y vivificante en el relato. De igual forma, esa llama se mantiene distinta en los tres hombres que sugestionan a la chica, tres personalidades dispares y bien trazadas en sus rasgos psicológicos. En general es fácil saber que estamos ante una trama orquestada con elegancia.

 Ya por el tramo final, hay un matiz muy poderoso que aún no he mencionado. El ideal de amor, que parecía en el fondo inexpugnable pero que constantemente injurian los hombres que le han tocado en suerte, va a ser finalmente perforado por la duda. ¿Ha socavado la realidad, continuamente adversa, no solo la esperanza en una sociedad más justa, sino la capacidad amatoria más profunda de Nadia?  No veo posibilidad de marcharme de la novela sin abrir siete u ocho interrogantes de este tipo. Supongo que es parte del deleite.

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