CONVERSACIÓN CON JORGE AVILA EN
TORNO A SUS “CONVERSACIONES ANTES DEL DESPERTADOR” que aparece en la revista
literaria En sentido figurado. (Mayo-junio
2018 año 11 num. 4).
Mario LOURTAU. Cáceres .España. 2018
“Conversaciones antes del despertador” es un magnífico libro. Los ocho cuentos que dan volumen al mismo no dejarán indiferentes a los lectores. De enorme variedad en cuanto a temática, Jorge nos pasea a través de diferentes escenarios: campos de batalla, una secuencia inolvidable de la infancia, trenes fantasmagóricos, nos acerca a playas portuguesas donde las “boliñas” y el salitre invitan a la nostalgia, nos mueve por territorios profundos de la psique donde un simple ruidito puede atormentarnos casi hasta el delirio. Con El Emir, Jorge nos sumerge en el cuento de los cuentos orientales, con reminiscencias de las Mil y Una Noche, y finalmente, como colofón, nos deleita con un encuentro sexual a tres bandas donde nada parece suceder al azar, ni ser lo que parece. Y todo este derroche literario esboza una desbordante narrativa donde lo real y lo onírico se nutren de lo cotidiano, atrapando al lector en un ovillo a veces angustioso, que va soltando hilo lentamente, según avanzan los acontecimientos; otras veces ahonda en lo obsesivo, o incluso se recrea en la búsqueda del terror, de lo sobrenatural, de lo desconocido y desconcertante, como ya hiciese Edgar Alan Poe en sus cuentos. Jorge conoce perfectamente la estructura narrativa del relato y sabe sorprendernos incluso en lo más elemental de la trama, desviándonos hacia segundas interpretaciones dentro de un mismo texto, jugando con el lector y los distintos narradores que pueblan su escritura. Nos hace vibrar con elaborados planteamientos, con la destreza del que sabe llevarnos a su terreno, directos hacia una angustia interior que finalmente nos invita a respirar, nos rescata de una tensión acumulada que afecta por igual al personaje y al lector, poniendo un broche de oro al cierre de sus historias, siempre vibrantes y llenas de ese asombro que no pasa desapercibido. Con estos jugosos relatos, Jorge Ávila nos anticipa su capacidad para la creación literaria, su búsqueda expresiva y el potencial que tienen sus palabras.
Si te parece, Jorge, me gustaría
que charláramos sobre tu trayectoria
literaria, tus cuentos,
los personajes, así de
modo informal, sin previo aviso, distendidamente.
Mario Lourtau (ML): Si no me equivoco, creo que tanto a ti como a
mí nos unen
de algún modo
nuestros comienzos, ambos nos
iniciamos en talleres literarios, tú con Gonzalo Hidalgo Bayal
en su taller,
y yo con
Santos Domínguez,… Cuéntanos un
poco tu relación
con la literatura,
tus comienzos, cómo surgieron
tus primeros textos,
tus inquietudes por la escritura…
Jorge Ávila
(JA): Ya desde pequeño inventaba
historias. La verdad es que siempre me ha gustado escribir, aunque aquellas
historias rara vez traspasaban el plano encubierto del pensamiento para llegar
al folio. Excepto una redacción infantil—tendría ocho
años— en la
que el protagonista disparaba a un monstruo
y este se
hacía más grande,
no recuerdo ningún texto de mi puño. Ya a los diecisiete o así empecé a
emborronar papeles con
ideas más o
menos existenciales, y con
versos. Para entonces
ya sabía que aquel
primer runrún mental
de los ocho
años era lo que
mejor podría significar mi existencia, incluso cobijarme en los momentos más
inseguros y de soledad. Entonces vivía en
Palma. Ahora que
publico, puede que
la escritura se haya
convertido en una forma
de interacción donde sublimar la timidez que suele
afligirme.
M.L.: También dominas
el género lírico,
la poesía y creo
que tienes algunos
poemas publicados, pero
sin duda, ha sido la narrativa la que parece haber
tirado más fuerte de tu pluma para escribir.
Cuentas con una
novela publicada “Tambores de
Pareja”, algunos relatos publicados en la red Extremeña de talleres literarios,
y este último ¿De dónde surge el título del libro “Conversaciones con el
despertador”? ¿Qué pretendes sugerir con el mismo?
J.A.: El título alude a la vida
psíquica que bulle durante el sueño.
En el sueño
las emociones se
desatan fácilmente, pues la conciencia
debilitada torna más
solubles los contornos del
Yo en el
flujo emocional. Suena
un poco teórico, pero pretendo
ensalzar el poder de las emociones también
en la vigilia.
Los protagonistas, en
este sentido, parecen más
sujetos al gobierno
de aquellas y
al de las contingencias contextuales
que a la
supuesta capacidad deliberativa de
un Yo soberano.
Es posible que
esta concepción impregne buena parte de mi obra, aunque no digo que lo
sensible fagocite lo inteligible, únicamente que lo condiciona, cuando no, en
ocasiones, lo determina .
M.L.: Me interesa
el proceso creativo…
cómo surge todo… ¿Cuál
es tu fórmula
para la elaboración
del relato? En tu escritura, ¿todo
está previamente elaborado
de principio a fin o van surgiendo las ideas
espontáneamente?
J. A.:
Escribo con una
idea previa y
no acostumbro a improvisar
en cuanto a
la trama. Las
variaciones las dejo para cuando los personajes me lo piden,
entonces atiendo a evocaciones o
inspiraciones momentáneas. También
es importante que el
tema me motive
desde el principio,
y que el argumento me resulte de algún modo inquietante, no me
gustan los libros
a los que
les sobran páginas
ni creo que todas las experiencias vitales, por el mero hecho de serlo,
despierten de por sí un
interés literario. La cotidianeidad está
en la base,
pero creo que
la mirada artística debe
amputarle lo previsible
y la trivialidad. También es
verdad que los
que considero mis
mejores pasajes han sido escritos bajo una intensa emoción, luego los
dejo enfriar para retocarlos, pero el sentimiento parece buen precursor
de imágenes, supongo
que más que la
razón.
M.L.: Debe el texto tener ese
final sorprendente como hacía Poe…o prefieres ese otro desenlace que solía
utilizar Chejov, donde el relato
parece diluirse lentamente
ofreciendo un final abierto a los
lectores ¿Cuál sería el final más difícil de escribir?
J.A.: Diría
que para los
finales tengo una
inclinación más bien clásica.
Siempre que creo
tener una buena
idea de cierre, sorpresiva o
inesperada, la aplico, y me da un poco igual
que la tendencia
actual sea denostar
ese tipo de finales
“con lacito”. Cuando
no cuento con
una idea inspiradora o creo que
el tema lo contraindica, suelo dejar el relato más bien abierto, como si con el
cuento hubiese querido reflejar un
fragmento de vida,
en su estado
más natural. Hablando de finales, tendría entonces más de Poe que de
Chejov, pero no
en otros sentidos,
como en la concisión o el aprovechamiento de pocos
elementos para sugerir hondas situaciones.
Respecto a la
dificultad, creo que me resultan
más fáciles los finales abiertos, lo veo un poco como poner puntos suspensivos.
Aunque ello no les resta en absoluto interés.
M.L.: Hay alguna
identidad psicológica de
tu persona con tus
personajes…tu profesión como
psicólogo te ayuda
a indagar en los personajes…
J.A.: Indudablemente, mi formación y
experiencia como psicólogo me
ayudan a penetrar
en los personajes
de forma introspectiva; no sé si
también contribuye al perspectivismo que
suelo usar en
mis narraciones. De todas
formas, elegí la
carrera por vocación,
me gusta la neuropsicología pero
también la filosofía
y las ciencias humanas en general.
M.L.: Esa angustia vital e interior
a la que están expuestos tus
personajes parece marcar
el devenir de
los relatos y guiarlos hacia un fatalismo y a una
predestinación de la que resulta
casi imposible liberarse…,
sin embargo, según avanzan
los acontecimientos, tus
cuentos invitan a algo
más…, ¿Qué nos puedes comentar al respecto?
J.A.: Es
cierto que aunque la
angustia es la
emoción predominante de este
libro, los personajes
no se ven abocados a la fatalidad, no me gusta el
pesimismo gratuito o literario, aparte creo que el escritor debe ser
responsable y consciente de que sus páginas pueden caer en manos de personas
que estén atravesando los peores momentos de su vida. La vida reserva siempre
una esperanza, esta le es inmanente,
y ello debiera
también mostrarse en los personajes. Con
esto no quiero
decir que mis
historias acaben necesariamente bien, pero detesto la frivolidad en ese
sentido.
M.L.: ¿Cómo ves
el panorama literario
en Extremadura? ¿Tienes autores
de cabecera? Qué
escritores te marcaron? ¿Quiénes son una referencia para tu
creación?
J.A.: Considero
que la actualidad
literaria extremeña la vivifican
proyectos editoriales como
los de “De
la luna libros”, que
dan cabida a nuevos escritores,
tanto en poesía como en
narrativa. Pero también a poetas notables como
Álvaro Valverde, o
como tú, Mario,
o Emilia Oliva, que casualmente es de mi pueblo. Por
otro lado, tenemos en la tierra
a grandes narradores
de sobra conocidos, como Javier Cercas, Landero o
Hidalgo Bayal, por citar solo algunos con los que creo que coincidiré en una antología
que está
preparando Simón Viola,
y en la
que por supuesto me
enorgullece participar. Pero
también hay otros buenos
y no tan
conocidos, como Fran
Rodríguez Criado, por ejemplo, cuyo estilo depurado es de mi gusto. Creo
que comparto con este último ciertas influencias del noruego Knut Hamsun, valedor
de una voz
narrativa flexible, con la
plasticidad suficiente para
saltar del desconcierto al
desenfado sin afectación.
Aparte del escandinavo, los
narradores de ficción
que más me han
influido son Kafka,
Buzzati, Dostoievski, o
Chejov, entre otros clásicos.
Hace unos años
me sedujo César
Martín Ortiz, que vivió precisamente en Extremadura; su estilo es diferente al de los citados, pero hace
gala de una precisión admirable, con una prosa límpida y penetrante, siempre al
servicio de la idea.
M.L.: Qué te enseñó o que aprendiste en el taller de Gonzalo Bayal, qué
recuerdos te quedan de aquella época.
J.A.: Con
Gonzalo aprendí valiosas
nociones. La primera, tomar consciencia
de lo que
supone el rigor
léxico, también la mesura retórica; no se trata de fardar con una pirotecnia verbal
de bella factura
pero de pobre
o incongruente contenido. Una de sus
frases más repetidas es
que el autor
debe saber responder
por todo cuanto escribe. Me
aconsejó sobre la
sintaxis y la
estructura novelística de una obra que entonces yo tenía en borrador, por
lo cual le estoy especialmente agradecido. Se trata de un escritor de gran
dominio lingüístico y, en cierta forma, es
una autoridad intelectual.
Llega no obstante
el punto donde el
aprendiz busca su propia voz,
la que mejor
se adecua a los
contenidos que le
mueven a escribir,
y ahí debe asimilar
elementos de aquí
y de allá,
de los más grandes,
de todo cuanto
le valga para
darle un caudal lógico
a sus pulsiones
y a las
de sus personajes.
En mi escritura actual son comunes
técnicas introspectivas como el
estilo indirecto libre
o el monólogo
interior, y suelo ceder la voz a los personajes mediante
el diálogo, registros menos frecuentes en las ficciones de Gonzalo.
M.L.: Háblanos brevemente
de tus proyectos,
alguna idea futura que te ronde
la cabeza respecto a tu escritura.
J.A.: He
terminado hace poco una
novela, y, por
primera vez, la mandé
a concurso. Trata
de unos jóvenes
que pretenden transformar un piso en una cueva prehistórica. Está salpicada
de aspectos antropológicos, filosóficos
y sociológicos. Pero sobre
todo abunda la
tensión psicológica.
M.L.: Si tuvieras que elegir un
personaje de ficción de algún libro para sentarte a charlar un rato, ¿a quién
elegirías?
J.A.: Tal vez a Antonio Dorigo, el protagonista de
la novela Un amor, de
Dino Buzzati, pues
creo que se
asemeja a alguno de mis
personajes en cuanto al elevado grado de obsesión que le caracteriza. También
charlaría con Zeno, el personaje de Italo Svevo, es un “punto”.
M.L.: ¿Cortázar o Borges?
J.A.: A Borges le he leído un poco más, pero hace
años. En realidad, ninguno es
referente de mi
escritura, aunque sobre un
cuento de Conversaciones antes
del despertador titulado “Vacío”,
varias personas me han dicho que le ven tintes borgianos… No sé, supongo que
será por lo onírico o surrealista de la escena narrada.
No olviden, por favor, así lo recomiendo, leer a Jorge Ávila. Ténganlo en
cuenta, porque él
no defraudará a sus lectores.
Mario Lourtau
(Torrejoncillo, -Cáceres-, 1976), poeta
y profesor de enseñanza secundaria, es
licenciado en Filología
Inglesa. Ha publicado varios
libros de poesía: “Donde Gravita el Hombre” (Ed. Alhulia, Salobreña 2008,
Granada), finalista del XXIII premio Gerardo Diego para
noveles; “Catálogo de Deudores” (Editora Regional
de Extremadura, Mérida 2009); “Quince Días
de Fuego”, accésit
del premio Adonáis (Rialp, Madrid 2010), y “La Mirada del Cóndor” (Ed. La
Luna libros. Mérida 2013). Sus poemas han sido galardonados en distintos certámenes
literarios como el premio Adonáis,
Ruta de la Plata,
Pórticvs, el Certamen
Cultural Ibérico de
la Consejería de Juventud, Fernando Quiñones, Flor de Jara (Navalmoral de la Mata), Mancomunidad de
las Hurdes, Latin
Heritage Culture,…etc. Sus poemas
y relatos han
sido traducidos al inglés,
árabe, portugués y francés e incluidos en varias antologías
nacionales e internacionales. Es miembro de la Asociación de Escritores
Extremeños.