sábado, 16 de junio de 2018

Reseña de Conversaciones antes del despertador. Perteneciente a la revista "En sentido figurado"

CONVERSACIÓN CON JORGE AVILA EN TORNO A SUS “CONVERSACIONES ANTES DEL DESPERTADOR” que aparece en la revista literaria En sentido figurado. (Mayo-junio 2018 año 11 num. 4).



Mario LOURTAU. Cáceres .España. 2018

La imagen puede contener: una persona, sonriendo, barba


“Conversaciones  antes  del  despertador”  es  un  magnífico libro.  Los  ocho  cuentos  que  dan  volumen  al  mismo  no dejarán indiferentes a los lectores.  De enorme variedad en cuanto a temática, Jorge nos pasea a través de diferentes escenarios:  campos  de  batalla,  una  secuencia  inolvidable de la infancia, trenes fantasmagóricos, nos acerca a playas portuguesas  donde  las  “boliñas”  y  el  salitre  invitan  a  la nostalgia,  nos  mueve  por  territorios  profundos  de  la psique donde un simple ruidito puede atormentarnos casi hasta  el  delirio.  Con  El  Emir,  Jorge  nos  sumerge  en  el cuento de los cuentos orientales, con reminiscencias de las Mil y Una Noche, y finalmente, como colofón, nos deleita con un encuentro sexual a tres bandas donde nada parece suceder al azar, ni ser lo que parece. Y todo este derroche literario esboza una desbordante narrativa donde lo real y lo onírico se nutren de lo cotidiano, atrapando al lector en un  ovillo  a  veces  angustioso,  que  va  soltando  hilo lentamente,  según  avanzan  los  acontecimientos;  otras veces  ahonda  en  lo  obsesivo,  o  incluso  se  recrea  en  la búsqueda del terror, de lo sobrenatural, de lo desconocido y desconcertante, como ya hiciese Edgar Alan Poe  en sus cuentos.  Jorge  conoce  perfectamente  la  estructura narrativa del relato y sabe sorprendernos incluso en lo más elemental  de  la  trama,  desviándonos  hacia  segundas interpretaciones dentro de un mismo texto, jugando con el lector y los  distintos narradores que pueblan su escritura. Nos  hace  vibrar  con  elaborados  planteamientos,  con  la destreza del que sabe llevarnos a su terreno, directos hacia una angustia interior que finalmente nos invita a respirar, nos rescata de una tensión acumulada que afecta por igual al  personaje  y  al  lector,   poniendo  un  broche  de  oro  al cierre  de  sus  historias,  siempre  vibrantes  y  llenas  de  ese asombro que no pasa desapercibido. Con  estos  jugosos  relatos,  Jorge  Ávila  nos  anticipa  su capacidad para la creación literaria, su búsqueda expresiva y el potencial que tienen sus palabras. 


Si te parece, Jorge, me gustaría que charláramos sobre tu trayectoria  literaria,  tus  cuentos,  los  personajes,  así  de modo informal, sin previo aviso, distendidamente.


Mario Lourtau (ML): Si no me equivoco, creo que tanto a ti como  a    nos  unen  de  algún  modo  nuestros  comienzos, ambos nos iniciamos en talleres literarios, tú con Gonzalo Hidalgo  Bayal  en  su  taller,  y  yo  con  Santos  Domínguez,… Cuéntanos  un  poco  tu  relación  con  la  literatura,  tus comienzos,  cómo  surgieron  tus  primeros  textos,  tus inquietudes por la escritura…


Jorge  Ávila  (JA):  Ya  desde  pequeño  inventaba  historias. La verdad es que siempre me ha gustado escribir, aunque aquellas historias rara vez traspasaban el plano encubierto del pensamiento para llegar al folio. Excepto una redacción infantil—tendría  ocho  años—  en  la  que  el  protagonista disparaba  a  un  monstruo  y  este  se  hacía  más  grande,  no recuerdo ningún texto de mi puño. Ya a los diecisiete o así empecé  a  emborronar  papeles  con  ideas  más  o  menos existenciales,  y  con  versos.  Para  entonces  ya  sabía  que aquel  primer  runrún  mental  de  los  ocho  años  era  lo  que mejor podría significar mi existencia, incluso cobijarme en los momentos más inseguros y de soledad. Entonces vivía en  Palma.  Ahora  que  publico,  puede  que  la  escritura  se haya  convertido  en  una  forma  de  interacción  donde sublimar la timidez que suele afligirme.


M.L.:  También  dominas  el  género  lírico,   la  poesía  y  creo que  tienes  algunos  poemas  publicados,  pero  sin  duda,  ha sido la narrativa la que parece haber tirado más fuerte de tu pluma  para  escribir.  Cuentas  con  una  novela  publicada “Tambores de Pareja”, algunos relatos publicados en la red Extremeña de talleres literarios, y este último ¿De dónde surge el título del libro “Conversaciones con el despertador”? ¿Qué pretendes sugerir con el mismo?


J.A.: El título alude a la vida psíquica que bulle durante el sueño.  En  el  sueño  las  emociones  se  desatan  fácilmente, pues  la  conciencia  debilitada  torna  más  solubles  los contornos  del  Yo  en  el  flujo  emocional.  Suena  un  poco teórico, pero pretendo ensalzar el poder de las emociones también  en  la  vigilia.  Los  protagonistas,  en  este  sentido, parecen  más  sujetos  al  gobierno  de  aquellas  y  al  de  las contingencias  contextuales  que  a  la  supuesta  capacidad deliberativa  de  un  Yo  soberano.  Es  posible  que  esta concepción impregne buena parte de mi obra, aunque no digo que lo sensible fagocite lo inteligible, únicamente que lo condiciona, cuando no, en ocasiones, lo determina .


M.L.:  Me  interesa  el  proceso  creativo…  cómo  surge  todo… ¿Cuál  es  tu  fórmula  para  la  elaboración  del  relato?  En  tu escritura,  ¿todo  está  previamente  elaborado  de  principio  a fin o van surgiendo las ideas espontáneamente?  


J.  A.:  Escribo  con  una  idea  previa  y  no  acostumbro  a improvisar  en  cuanto  a  la  trama.  Las  variaciones  las  dejo para cuando los personajes me lo piden, entonces atiendo a  evocaciones  o  inspiraciones  momentáneas.  También  es importante  que  el  tema  me  motive  desde  el  principio,  y que el argumento me resulte de algún modo inquietante, no  me  gustan  los  libros  a  los  que  les  sobran  páginas  ni creo que todas las experiencias vitales, por el mero hecho de  serlo,  despierten  de  por    un  interés  literario.  La cotidianeidad  está  en  la  base,  pero  creo  que  la  mirada artística  debe  amputarle  lo  previsible  y  la  trivialidad. También  es  verdad  que  los  que  considero  mis  mejores pasajes han sido escritos bajo una intensa emoción, luego los dejo enfriar para retocarlos, pero el sentimiento parece buen  precursor  de  imágenes,  supongo  que  más  que  la razón. 


M.L.:  Debe el texto tener ese final sorprendente como hacía Poe…o prefieres ese otro desenlace que solía utilizar Chejov, donde  el  relato  parece  diluirse  lentamente  ofreciendo  un final abierto a los lectores ¿Cuál sería el final más difícil de escribir? 


J.A.:  Diría  que  para  los  finales  tengo  una  inclinación  más bien  clásica.  Siempre  que  creo  tener  una  buena  idea  de cierre, sorpresiva o inesperada, la aplico, y me da un poco igual  que  la  tendencia  actual  sea  denostar  ese  tipo  de finales  “con  lacito”.  Cuando  no  cuento  con  una  idea inspiradora o creo que el tema lo contraindica, suelo dejar el relato más bien abierto, como si con el cuento hubiese querido  reflejar  un  fragmento  de  vida,  en  su  estado  más natural. Hablando de finales, tendría entonces más de Poe que  de  Chejov,  pero  no  en  otros  sentidos,  como  en  la concisión o el aprovechamiento de pocos elementos para sugerir  hondas  situaciones.  Respecto  a  la  dificultad,  creo que me resultan más fáciles los finales abiertos, lo veo un poco como poner puntos suspensivos. Aunque ello no les resta en absoluto interés.


M.L.:  Hay  alguna  identidad  psicológica  de  tu  persona  con tus  personajes…tu  profesión  como  psicólogo  te  ayuda  a indagar en los personajes…


J.A.:  Indudablemente,  mi  formación  y  experiencia  como psicólogo  me  ayudan  a  penetrar  en  los  personajes  de forma  introspectiva;  no    si  también  contribuye  al perspectivismo  que  suelo  usar  en  mis  narraciones.  De todas  formas,  elegí  la  carrera  por  vocación,  me  gusta  la neuropsicología  pero  también  la  filosofía  y  las  ciencias humanas en general.


M.L.:  Esa angustia vital e interior a la que están expuestos tus  personajes  parece  marcar  el  devenir  de  los  relatos  y guiarlos hacia un fatalismo y a una predestinación de la que resulta  casi  imposible  liberarse…,  sin  embargo,  según avanzan  los  acontecimientos,  tus  cuentos  invitan  a  algo más…, ¿Qué nos puedes comentar al respecto? 


J.A.:  Es  cierto  que  aunque  la  angustia  es  la  emoción predominante  de  este  libro,  los  personajes  no  se  ven abocados a la fatalidad, no me gusta el pesimismo gratuito o literario, aparte creo que el escritor debe ser responsable y consciente de que sus páginas pueden caer en manos de personas que estén atravesando los peores momentos de su vida. La vida reserva siempre una esperanza, esta le es inmanente,  y  ello  debiera  también  mostrarse  en  los personajes.  Con  esto  no  quiero  decir  que  mis  historias acaben necesariamente bien, pero detesto la frivolidad en ese sentido.


M.L.:  ¿Cómo  ves  el  panorama  literario  en  Extremadura? ¿Tienes  autores  de  cabecera?  Qué  escritores  te  marcaron? ¿Quiénes son una referencia para tu creación?


J.A.:  Considero  que  la  actualidad  literaria  extremeña  la vivifican  proyectos  editoriales  como  los  de  “De  la  luna libros”,  que  dan  cabida   a  nuevos  escritores,  tanto  en poesía como en narrativa. Pero también a poetas notables como  Álvaro  Valverde,  o  como  tú,  Mario,  o  Emilia  Oliva, que casualmente es de mi pueblo. Por otro lado, tenemos en  la  tierra  a  grandes  narradores  de  sobra  conocidos, como Javier Cercas, Landero o Hidalgo Bayal, por citar solo algunos con los que creo que coincidiré en una antología que  está  preparando  Simón  Viola,  y  en  la  que  por supuesto  me  enorgullece  participar.  Pero  también  hay otros  buenos  y  no  tan  conocidos,  como  Fran  Rodríguez Criado, por ejemplo, cuyo estilo depurado es de mi gusto. Creo que comparto con este último ciertas influencias del noruego  Knut  Hamsun,  valedor  de  una  voz  narrativa flexible,  con  la  plasticidad  suficiente  para  saltar  del desconcierto  al  desenfado  sin  afectación.  Aparte  del escandinavo,   los  narradores  de  ficción  que  más  me  han influido  son  Kafka,  Buzzati,  Dostoievski,  o  Chejov,  entre otros  clásicos.  Hace  unos  años  me  sedujo  César  Martín Ortiz, que vivió precisamente en Extremadura; su estilo  es diferente al de los citados, pero hace gala de una precisión admirable, con una prosa límpida y penetrante, siempre al servicio de la idea. 


M.L.: Qué te enseñó o que aprendiste en el taller de Gonzalo Bayal, qué recuerdos te quedan de aquella época. 


J.A.:  Con  Gonzalo  aprendí  valiosas  nociones.  La  primera, tomar  consciencia  de  lo  que  supone  el  rigor  léxico, también la mesura retórica; no se trata de fardar con una pirotecnia  verbal  de  bella  factura  pero  de  pobre  o incongruente  contenido.  Una  de  sus  frases  más  repetidas es  que  el  autor  debe  saber  responder  por  todo  cuanto escribe.  Me   aconsejó  sobre  la  sintaxis  y  la  estructura novelística de una obra que entonces yo tenía en borrador, por lo cual le estoy especialmente agradecido. Se trata de un escritor de gran dominio lingüístico y, en cierta forma, es  una  autoridad  intelectual.  Llega  no  obstante  el  punto donde  el  aprendiz  busca  su  propia  voz,  la  que  mejor  se adecua  a  los  contenidos  que  le  mueven  a  escribir,  y  ahí debe  asimilar  elementos  de  aquí  y  de  allá,  de  los  más grandes,  de  todo  cuanto  le  valga  para  darle  un  caudal lógico  a  sus  pulsiones  y  a  las  de  sus  personajes.  En  mi escritura actual son comunes técnicas introspectivas como el  estilo  indirecto  libre  o  el  monólogo  interior,  y  suelo ceder la voz a los personajes mediante el diálogo, registros menos frecuentes en las ficciones de Gonzalo.


M.L.:  Háblanos  brevemente  de  tus  proyectos,  alguna  idea futura que te ronde la cabeza respecto a tu escritura.


J.A.:  He  terminado hace  poco  una  novela,  y,  por  primera vez,  la  mandé  a  concurso.   Trata  de  unos  jóvenes  que pretenden transformar un piso en una cueva prehistórica. Está  salpicada  de  aspectos  antropológicos,  filosóficos  y sociológicos.  Pero  sobre  todo  abunda   la  tensión psicológica.


M.L.:  Si tuvieras que elegir un personaje de ficción de algún libro para sentarte a charlar un rato, ¿a quién elegirías?


J.A.:  Tal vez a Antonio Dorigo, el protagonista de la novela Un  amor,  de  Dino  Buzzati,  pues  creo  que  se  asemeja  a alguno de mis personajes  en cuanto al elevado  grado de obsesión que le caracteriza. También charlaría con Zeno, el personaje de Italo Svevo, es un “punto”.


M.L.: ¿Cortázar o Borges?


J.A.:  A Borges le he leído un poco más, pero hace años. En realidad,  ninguno  es  referente  de  mi  escritura,  aunque sobre  un  cuento  de  Conversaciones  antes  del  despertador titulado “Vacío”, varias personas me han dicho que le ven tintes borgianos… No sé, supongo que será por lo onírico o surrealista de la escena narrada.


No olviden, por favor, así lo recomiendo, leer a Jorge Ávila. Ténganlo  en  cuenta,  porque  él  no  defraudará  a  sus lectores. 



Mario Lourtau (Torrejoncillo,  -Cáceres-, 1976), poeta y profesor de enseñanza  secundaria,  es  licenciado  en  Filología  Inglesa.  Ha publicado varios libros de poesía: “Donde Gravita el Hombre” (Ed. Alhulia, Salobreña 2008, Granada), finalista del  XXIII  premio Gerardo Diego  para  noveles; “Catálogo  de  Deudores” (Editora  Regional  de Extremadura,  Mérida  2009); “Quince  Días  de  Fuego”,  accésit  del premio Adonáis (Rialp, Madrid 2010), y “La Mirada del Cóndor” (Ed. La Luna libros. Mérida 2013). Sus poemas han sido galardonados en distintos  certámenes  literarios  como  el  premio  Adonáis,  Ruta  de  la Plata,  Pórticvs,  el  Certamen  Cultural  Ibérico  de  la  Consejería  de Juventud, Fernando Quiñones,  Flor de Jara (Navalmoral de la Mata), Mancomunidad  de  las  Hurdes,  Latin  Heritage  Culture,…etc.  Sus poemas  y  relatos  han  sido  traducidos  al  inglés,  árabe,  portugués  y francés e incluidos en varias antologías nacionales e internacionales. Es miembro de la Asociación de Escritores Extremeños. 

Fotografía :Jorge Ávila presenta su libro “conversaciones antes del despertador”