Solo quien aprecia la vida
grande y pequeña
y se deja ganar por la alegría
de otro ser,
quien sepultado por los cien
mil esmaltes del miedo
se conmueve por un chispazo de
orgullo,
aquel que bajo el último lodo saca
un dedo frágil
para señalar la esperanza que llama voluntad,
para señalar la esperanza que llama voluntad,
solo ese
puede hablar del dolor sin
frivolizarlo.
Jorge Ávila.